viernes, 21 de agosto de 2015

Balcones, final

¿Vino solo para dos, o dos solo por el vino?
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—Jóvenes, sus platos —dijo el mesero, mientras ubicaba los humeantes recipientes sobre la mesa.
Rayza y Alejandro apartaron su vista de las luces de la ciudad y se dispusieron a ponerse sus servilletas sobre sus piernas. El olor empezaba a inundar el ambiente, y era bastante agradable. La orden de Alejandro había llegado encima de una tablilla de madera un poco gruesa, con el corte de carne bien jugoso por encima, junto a un poco de puré de papas con una verdura, la cual no pudo identificar. El plato de Rayza era uno bien moderno con un muy bonito diseño circular y un poco hondo, color blanco. Los camarones y la salsa que la cubría adornaban el fondo blanco de un exquisito naranja pálido bien distribuido.
Ambos contemplaron sus platos con agrado por unos segundos, tiempo que aprovechó el mesero para retirarse nuevamente. Sin perder más tiempo, tomaron sus cubiertos y empezaron a probar. La comida, como había esperado Alejandro al momento de haber elegido el lugar, estaba deliciosa, y podía notarse en los rostros de ambos. Mientras comían se daban miradas rápidas entre ellos, tensas, tímidas. Alejandro sabía que si permitía que esto siguiera pasando la cita terminaría en un fracaso así que, en un intento de hacer la cena más fluida, volvió a incitar la conversación.
—Estuve pensado un poco en eso que dijiste, y creo que tienes mucha razón —dijo él—, pero creo que no se puede ser tan fatalista al respecto.
—¿A qué te refieres? —preguntó Rayza, algo confundida.
—Me explico. Te incomoda el hecho de que yo todavía no tenga un rumbo definido, o qué se yo. Digo, eso es lo que estoy percibiendo. ¿Me equivoco?
Rayza se mantuvo comiendo de su plato durante unos segundos, que parecieron largos, y luego se limpió la boca con la servilleta y fijó sus ojos en Alejandro.
—He sufrido mucho por gente que no está clara sobre lo que quiere —dijo ella son un tono serio—, y no tengo la intención de volver a eso.
—A ver, ¿de qué manera te han hecho sufrir? —pregunta Alejandro sin dejar de comer y mirar su plato. Eso ofende un poco a Rayza, y la pone en duda de si él lo está haciendo intencionadamente o no, pero continúa hablando.
—Gente que no está clara de qué es lo que quiere en su vida no puede estar en una relación. Quien no está claro de eso no puede estar claro también de qué quiere con su pareja, no llegarán a ningún lado, no terminará bien esa historia, siempre acaba en desastre. Ya me ha pasado que he estado con personas que son demasiado aéreas y creen que la vida es un relajo, y por eso hacen lo que hacen. Me han herido, me han dejado en muy malos momentos, me han dado excusas terribles, me dejan debastada. Son lo peor, te lo digo —dijo para terminar, y volvió a su plato con el ceño fruncido.
Alejandro más o menos entendía por qué lo decía. Ya había ganado algo de confianza con ella hace un tiempo y conversaban por el celular sobre esas cosas, aunque no fuese con mucha profundidad. Aún entendiendo, a un grado aceptable por lo menos, no estaba de acuerdo.
—Creo que tienes un problema —dijo calmado. Ella reaccionó de una manera algo violenta, dejando de comer, sonando los cubiertos en el plato y abriendo mucho los ojos, fijándolos en él; al parecer porque ella esperaba haber sido contundente con su argumento. Alejandro lo percató de inmediato y buscó explicarse—. Espera, déjame explicarme. Creo que tienes un problema de confianza.
—¡Pues claro que voy a tener un problema de confianza!
—Y ese es el problema. O sea, puede ser que yo esté equivocado, no digo que no, pero pienso que no puedes generalizar y atribuirle una cosa a un grupo. No todo el que no está claro de lo que quiere hacer te va a hacer sufrir. Las razones por las que una persona hiere a otra pueden ser mucho más variadas y profundas. Es tan así, que el hecho de que sean personas no seguras de lo que quieren a largo plazo puede ser una coincidencia. A lo mejor uno te hizo daño porque es su primera vez en una relación, otro porque sea una persona que todavía no sepa manejar bien las diferencias con otras personas, y no porque sea mala, sino porque le falta crecer en ese sentido; otro porque a lo mejor tiene un trauma y no lo sabes, y a lo mejor ni esa misma persona lo sabe... las razones son demasiadas y muy complejas para que lo atribuyas a eso.
—Ja... —sonrió sin gracia—, lo dices porque ni has pasado por lo que pasé.
—¿Y te vas a rendir por eso? —respondió rápidamente Alejandro dejando los cubiertos, los cuales no había soltado en ningún momento desde que empezó a comer. La conversación, aunque ya estaba siendo fluida, estaba muy intensa.
—¿Qué? —preguntó Rayza, ofendida.
—A ver... siempre me has dicho que buscabas ser feliz en la vida, que esa debe ser la meta última de la gente en "este corto espacio de tiempo". ¿Pero crees que traumarte y vivir del miedo es la mejor manera de conseguirlo? Mira cómo ni estábamos hablando sobre relaciones amorosas y parejas, y fuiste tú quien metió el tema de lo mucho que has sufrido por tus ex parejas. Óyeme, ¿y crees que es fácil encontrar a la persona ideal? No hay persona ideal, Rayza. Solo 'quien más se acerca', o 'con quien me siento cómoda y acompañada'.
—Ya me he cansado y hastiado de estar equivocándome con la gente, Alejandro.
—¡Y por eso estoy tan molesto contigo, cuando ni siquiera me compete en lo absoluto! Cansarse es rendirse, y rendirse es no lograr nada, no conseguir lo que quieres.
—¿Y quién te dijo que me he cansado de "intentar"? Solo digo que no quiero estar con quien no esté seguro de lo que quiere.
—Lo sé, y ahí voy a caer. ¿Y qué pasa cuando alguien no está seguro de lo que quiere hacer a largo plazo, pero está bien seguro de que te quiere?
La pregunta sacó de balance a Rayza, que frunció un poco menos el ceño y casi balbuceaba, tratando de poder responder a eso, pero no pudo. Alejandro aprovechó y continuó su argumento.
—Tienes que entender que la gente no es perfecta, y está llena de errores, de defectos, de dolencias, de carencias. Las personas somos inestables, todavía cuando somos adultos estamos en crecimiento, nuestra forma de pensar todavía puede cambiar, la vida nos puede llevar a otras circunstancias y formas de vivir. Quien no está seguro de algo hoy, mañana puede estarlo. MÁS AÚN, quien hoy está seguro de algo, ayer tal vez no lo estaba.
—¿Y es mi trabajo, siquiera, hacer que la gente se encuentre? —preguntó nuevamente ofendida.
—No. Pero los estás rechazando, y ese rechazo no es bueno.
Después de un largo silencio de ambos mirarse fijamente, Rayza bajó su vista a los pocos camarones que quedaban en su plato. Tomó su tenedor, se llevó un camarón a la boca y dijo más calmada:
—Es como dices... —Alejandro se sorprendió de que ella estuviese de acuerdo con él, pero luego ella se explicó mejor, lo cual lo bajó a la realidad—. Puedes estar equivocado.
—Sí, puede ser... Incluso, es muy posible.
—Y no quiero que te vuelvas a meter en mi vida privada.
Alejandro, decepcionado, tomó también sus cubiertos y se dispuso a terminar su plato.
—No me vuelvas a dejarlo hacer, entonces.
—No lo haré.
Así transcurrió la cena, con un ambiente tenso e incómodo, después de semejante discusión tan explosiva en la que, sin darse cuenta, ya se habían conocido más el uno al otro de la manera que realmente importaba. Luego de terminar sus platos hubo unos minutos más de intercambiar ciertas palabras sobre la fachada del restaurante, una anécdota de un atoramiento de un alimento en la garganta y de la crisis económica del país. Después de Alejandro haber pagado la cuenta, a los 15 minutos, ya estaban ambos en la parte baja del restaurante esperando el taxi que tomaría Rayza.
—Lamento que esto haya terminado así —dijo Alejandro arrepentido, y decepcionado de sí mismo. Rayza no respondió.
Al llegar dicho vehículo, le abrió la puerta, ella entró y se sentó.
—Adiós —dijo ella, secamente.
Alejandro no sentía bien que todo terminara de esta manera. Estaba seguro que desde que cerrara esa puerta, ya tal vez ni siquiera vuelvan a hablar. Y no es que estaba mal, no era obligatorio que mantuviesen las relaciones después del encontronazo que tuvieron, y él lo sabía... pero él no quería, y él es de los que "hacen cuando sienten", porque cree que es lo correcto. Hace tiempo que se había decidido a vivir del presente, y no del "qué hubiese pasado si...".
—No dejes que la vida te pase por encima solo por temor —le dijo, mientras ella se mantenía inmutada mirando hacia el conductor—. Perderte de las mejores cosas de la vida, que por cierto, no son cosas, por miedo a equivocarte... A eso sí debes tenerle miedo.
Alejandro cerró la puerta, y pasó a la ventana del copiloto, donde le habló al taxista.
—Cuídeme esa muchacha.
El chofer asintió, y se fue. Luego de esto, Alejandro tomó rumbo hacia su vehículo, que estaba estacionado a una esquina del restaurante. Mientras caminaba, dio un pequeño repaso en su cabeza sobre lo ocurrido esa noche, y concluyó en que hizo lo correcto, o que por lo menos no debía arrepentirse de nada, porque era lo que tenía que pasar. Estaba tranquilo, ya que fue fiel a sí mismo y a lo que sentía; cosa que no sentía que ella estuviese haciendo.
Pero ya de eso sabrá ella, al igual que lo que vaya a pasar de ahí en adelante.
Fin.

2 comentarios:

  1. maniiitoo y tu sigue blogueandoo, encontre esto revisando el correo. klkeee

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    1. Sí, loco, sigo en esto, y Amel también. Es un excelente pasatiempo en verdad.

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