domingo, 17 de noviembre de 2013

Balcones, primera parte


El reloj marcaba las once cincuenta y dos en la noche, y Alejandro no disfrutaba la velada con su familia. Era de extrañarse mucho, ya que siempre disfrutaba junto con sus padres y tíos escuchar esas historias y ocurrencias que sucedían en el campo hace unos 30 años, pero esa noche sentía una necesidad muy honda que le impedía poder hacerlo. Se levantó de su asiento en el comedor, pasó desapercibido frente a su familia y se asomó al balcón para ver la noche oscura cuyas estrellas estaban brillantes y relucientes, casi a la orden del día, irónicamente.

—Malditos bandoneones —se dijo para sus adentros mientras suspiraba. El bandoneón era uno de sus instrumentos favoritos, y para él era el más romántico. Antes de salir de su casa le habían dado ganas de escuchar algunas composiciones musicales con bandoneones por internet, de esas canciones que suelen escucharse en películas que buscan evocar un aire parisino de los años anteriores, cuando el romanticismo estaba en su cúspide. Grave error. La nostalgia que siempre le provocaba a Alejandro se le había enganchado y no lo dejó durante toda la noche.

Alejandro siempre decía lo siguiente: "Un bandoneón en pareja inspira un momento romántico, pero en soledad, solo puede crear nostalgia." Y así estaba él, sufriendo de una honda melancolía. Y la llevaba tan profunda que, luego de que eran esos instrumentos de viento los que le creaban ese sentimiento, ahora era éste el que le hacía creer que todavía escuchaba esos bandoneones a la distancia.

Una miserable escena de una película.

Un fuerte ruido, como de portazo, lo despertó con un salto de su estado aéreo. No se había dado cuenta que ya llevaba unos cinco minutos imaginando cosas mientras miraba fijamente una estrella, la más brillante esa noche. Dirigió su vista hacia donde provino el sonido y vio que venía desde la ventana del edificio de enfrente. Una joven estaba asomada escribiendo en su celular, cubierta casi por completo por su largo pelo. Ésta había abierto la ventana corrediza con mucha ira y se entregó a la soledad, como Alejandro, pero esta vez desahogando su molestia contra alguien en su teléfono.

—¿Esta niña quiere matarme de un susto o qué? —pensó él. Se la quedó mirando fijamente porque ahora le causaba curiosidad saber quién era ella. Sus largos y rizados cabellos, los cuales ahora reconoció castaños, bajaban de su cabeza hasta más allá del borde de la ventana, del cual ella estaba recostada con sus codos. Cuando terminó de escribir, levantó la vista y se arregló un poco más el pelo porque le molestaba. Recostó su mejilla en su mano mientras esperaba una respuesta de su celular. Alejandro hizo lo mismo, pero para esperar una de ella.

Mientras él la observaba, ella pasaba su vista por todos lados. Miraba su celular, luego subía su vista hasta el cielo nocturno, tardaba un momento, bajaba su vista hasta el estacionamiento y, en un instante en que miraría hacia los edificios de enfrente, lo vio a él. Mantuvieron la vista fija el uno al otro por un momento, como si estuviesen descifrándose: él tratando de adivinar lo que ella escribía por su teléfono, y ella intentando acertar en la razón por la que él se le quedaba mirando. A ella le gustó el estilo de camisa desabotonada por encima de una camiseta que él traía. A él le gustó sentir curiosidad al no poder reconocer el color de sus ojos por la distancia entre ellos. Durante ese corto periodo de tiempo ya ella no fruncía el ceño.

Una romántica escena de una película.

La interrumpe una vibración en el teléfono de la joven la cual, al leer su pantalla durante unos segundos, arruga la cara y vuelve a entrar a su aparente habitación. Esta vez es compasiva y deja la ventana abierta en vez de terminar de romperla cerrándola con otro arranque de ira.

—Bueno, fue lindo mientras duró —se volvió a decir Alejandro.

Esperó por unos minutos a ver si esa chica volvía a salir, sin éxito. Volvió a mirar fijamente aquella estrella, se despidió de ella con un suspiro y volvió a entrar en el apartamento. Recordó que esos momentos se acompañaban bien con vino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario