martes, 15 de marzo de 2016

La espera

Martes 29 de diciembre, 1574
Algún lugar del Océano Atlántico


Bitácora del Capitán:

Han pasado muchas cosas desde la última vez que escribí, luego de haberse perdido mi bitácora tras una tormenta que atacó nuestro navío. Gracias a Dios pude encontrarla. Según la última entrada, estaba haciendo un abastecimiento en las Islas Canarias antes de partir nuevamente hacia España, lo cual logramos hacer. Justo como lo había predicho, Jaques estaba muy contento con los regalos que le había llevado, y nuevamente me suplió de algunas botellas de sus mejores cosechas. Luego de unas semanas de descanso -en la cual estuve hospedado en la villa de Jaques- nos empezamos a preparar nuevamente para traer productos desde La Hispaniola.

La tripulación se nota viva, radiante, sus cantos hacen más eco que antes en las tardes de limpieza antes de que se ponga el Sol. Aquellos compañeros de navegación se balancean más altivamente sobre las cuerdas de las velas. Los pisos están más limpios, las bodegas hieden un poco menos, las sonrisas son más frecuentes y las bromas en las noches iluminadas por las velas -pues ellos están dentro de barco- son intensas y retumban en cada ola que atravesamos.

Desde hace unos días me he dado a la tarea de evitar el trazar las rutas, dar órdenes, supervisar la carga... le estoy huyendo a mis responsabilidades como Capitán. La única actividad digna de la misma es pasear diariamente por el barco, solo para ver esas aguas que separan los mundos, las culturas, los recuerdos, las vidas. Paso todos los días para ver que está ahí, esperando que decida atravesarla con ganas, ya que por más personas que tenga a bordo sin mí el barco no se va. Sin mí no se mueve.

El problema está en que no sé qué espero yo para moverme.

Espero que aquellos guantes de seda se hayan hundido bien profundo en el océano, o hayan sido quemados en la fogata de algún vagabundo.

.-Capitán Jorge A.-.