miércoles, 18 de febrero de 2015

Lo peor del transporte público

"Vengan, caben má', suban al techo, que ta' vaciíto."

No es PARA NADA un secreto que el sistema de transporte público de nuestro país tiene amplias deficiencias. Éstas van desde las cuestiones más simples y ridículas hasta las más complejas.

Soy un hombre joven que es muy ecológico, soy amante de la naturaleza, me gusta hacer ejercicio y, por sobre todo, no tengo cuartos, por lo que ando a pie. En el ajetreo constante de la vida, el cual en la actual situación no es nada fácil, las cosas se nos hacen mucho más extremas cuando nuestro entorno ni siquiera está a nuestro favor.

Me explico: La cosa está demasiado dura y difícil para todos como para estar empeorándole el día al prójimo, fuñendo al que convive con nosotros y haciéndole el día a día más incómodo. Nadie quiere que lo jodan, y es justo. ¿Por qué habría que joder? No se puede ser tan desconsiderado, ¿o sí? Pues lamentablemente la respuesta es sí. Vivimos en un país donde, lamentablemente, gran parte de la gente es muy centrada solo en sí misma, pocas veces se piensa en el otro. Los intereses personales, independientemente al que sea, están muy por encima del bien colectivo.

Esto, sumado a la siempre sorprendente capacidad del dominicano de querer privar en tíguere, no querer aprender y de irrespetar al otro, son una receta perfecta para encontrarnos con las cosas con las que hay que enfrentarnos en el diario afán, las cuales enumeraré y detallaré a continuación:

1. Los que se creen los DJ's


"Este dembow está durísimo. La gente definitivamente TIENE que oír esto."

¿Quién no se ha encontrado con un barbaraso que se monta en la guagua o en el metro con su salsa puesta a todo lo que da desde su celular? Es como si la invención de los audífonos fuese en vano, o como si por su casa todavía no se enteran.

Está claro que una buena manera de que el día pueda empezar bien es escuchando música de camino al trabajo o al centro educativo, pero la paz de los demás debe asegurarse también. Si usted dejó sus audífonos, o no tiene, no le da el derecho a poner su dembow a to' lo que da en el metro. ¿O es que de verdad a estos genios les gusta que los manden a quitar la música?

Con razón hicieron una grabación en el metro específicamente para ellos.


2. Los que se ponen a jugar con el volumen a todo lo que da


"Es que tengo que subirle el volumen, porque sino no oigo. DUH!"

Este caso es similar al primero, pero es un poco más disimulado. El camino al trabajo o al centro educativo puede ser muy cansón, siendo el tiempo de llegada de hasta más de 40 minutos (como es mi caso). Jugar es válido, y muchos lo hacemos, pero con su debida moderación, y esto incluye el mantener el debido volumen del aparato.

Pasa el caso de la doña que se monta en el metro, se sienta, saca su celular y con el volumen a todo lo que da se pone a jugar Candy Crush el camino entero. Porque ella SABE que lo que MÁS UNO AÑORA es pasarse los próximos 10 minutos oyendo:

"Sweet"
"Delicious"
"Divine"
"Sugar Crush"
"TASTY"
Por Dios... 

Justamente la semana pasada me encontré con un pana que se la pasó jugando desde que se montó, tirando un sonidito bien irritante durante un buen tiempo hasta que se apeó. Aquí les dejo el video:



Y eso, que sonaba más duro de ahí, pero el micrófono de mi celular no me ayudó.


3. En el metro no hay baños ni banco para uno sentarse a esperar (pero en otros países sí)




Nosotros tan "camino al progreso y al desarrollo" y nuestro metro tan "eeeh, lo siento, no hay baño para quien tenga la necesidad ni asiento para los discapacitados y envejecientes". Algo tan simples como comprar par de banquitos y tirarlos ahí en cada estación no le hace daño a nadie, ¿o sí?

Creo que no es necesario abundar. Ustedes captan esta idea.


4. La escalera tapada


Ese momento incómodo en que bajar por la escalera inmóvil es más rápido que bajar por la eléctrica

Nota: Este es un caso particular mío, ya que puede ser que no esté mal, pero es algo que me molesta.

Imagínese la siguiente situación: Está usted cerca de la puerta de salida del metro, la primera del primer vagón, y se aparecen dos señoras que vienen desde detrás suyo y se le paran al lado, porque ya están por llegar a la estación del transfer donde usted se va a bajar. Ambas se la pasan chismeando en el recorrido, pero usted no le da mente a eso. Cuando llega a la estación y se está por abrir la puerta, ambas se pegan de ésta y no le dan espacio a usted para salir primero. Amén.

Ábrete Sésamo, se abren las puertas y ambas salen disparadas, usted va tranquilo tras ellas. Los tres se dirigen hacia la escalera eléctrica, todo bien hasta ahora. Usted lo que tiene en mente es bajar la escalera eléctrica, escalón a escalón, mientras ésta lo va bajando al mismo tiempo, de tal forma que quien va detrás suyo pueda hacer lo mismo. Es una buena manera de bajar más rápido y seguro si va muy apurado.

Error 321. Las dos señoras, que tan "apuradas" parecían estar al salir juyendo del metro, se montan en la escalera solo para ponerse una al lado de la otra Y QUEDARSE AHÍ CHISMEANDO, provocando el tapón que siempre se ve en este tipo de escalera.

Y aquí viene la cuestión sobre si está bien o no. He pensado que una manera en que se pueda resolver esto es estando ambas del mismo lado, una un escalón debajo de la otra, y así se deja una vía libre para quien quiera bajar más aprisa.

A veces me pregunto: ¿Es este uno de los únicos países en donde la escalera eléctrica está en constante entaponamiento, mientras la otra escalera se queda casi vacía?


5. Los cúmulos

Donde siempre podremos encontrar el verdadero calor humano... literalmente.

En el metro pasa lo siguiente: el dominicano cree que está en una competencia cuando anda en la calle, y por eso siempre quiere estar saliendo de primero. Con el simple hecho de estar cerca de la puerta no le basta, también hay que pegarse lo más posible, tanto de la puerta como de los demás. Como en la foto que presento aquí arriba, donde el pasillo está libre pero todo el mundo anda apeñucándose en la puerta. Uno va a salir como quiera, no hay que estar forzando, pero el dominicano siempre forza.

Pasa también que como la gente se acumula en la puerta, cuando alguien quiere entrar al metro desde fuera, le resulta casi imposible porque nadie quiere retroceder, nadie quiere ceder su espacio junto a la puerta...... y el espacio tras ellos VACÍO. No hay una correcta distribución de espacio en el metro. Y entonces hay que empujar, y la gente se queja, y.... bueh...


6. Las prédicas forzadas


"Varón, deje de oír música, que le voy a decir una vaina."

Empiezo diciendo que no está mal que se predique, por eso les digo "forzadas", porque irrumpen con el entorno de una manera autoritaria. Les puedo asegurar que la manera correcta de llevar la palabra de Dios no es coger un vagón y empezar a vocear hasta que les llegue la hora de apearse, solo para coger una voladora frente a la estación y... sorpresa, el mismo discurso otra vez.

No es el fondo, señores, sino la forma. Hay que respetar el espacio del otro, y saber reconocer los tiempos en los que se puede y no se puede hacer algo. Por una razón es que no se puede poner música en el metro.

Y a nadie le gusta escuchar a alguien gritando desde temprano en la mañana.


7. Las estampidas y el forcejeo


"¡ENTREN TÓH, COÑO!"

Me apena mucho recordar que en este país es muy difícil organizar a las personas para que hagan fila. SUMAMENTE DIFÍCIL. Y es que, seamos francos, a la gente no le interesa esa vaina. Andar en desorden y haciendo lo que a uno le entra en gana siempre es más fácil, pero no es mejor.

Muchos de ustedes ya habrán podido presenciar (y espero que no) la estampida que uno tiene que superar al intentar salir del metro, porque la gente que está fuera no puede esperar a que uno salga, aún si es lo que más les conviene. Tan claro como que la gente está esperando en la estación, el metro está por llegar, suena en las bocinas de dicha estación que "POR FAVOR esperen a que salgan los pasajeros antes de entrar", y como quiera hacen lo opuesto.

Y peor aún, no quisiera yo que ustedes conozcan el caso de las rutas de las voladoras en el Km. 9, frente a la estación María Montez, donde la tragedia es aún peor. La gente se empuja para montarse en los vehículos, y hay veces que ni siquiera bien llegan estas guaguas y ya la gente se está montando, con todo y vehículo en movimiento. A los envejecientes les resulta imposible subirse debido al gran tumulto y forcejeo que hay que enfrentar para lograrlo, y no hay quien los defienda. No hay un orden, no hay reproches, no hay misericordia... solo una injustificada masacre, comparable solo con el antiguo Coliseo Romano.

Y para que vean que este es el país de los contrastes, todo esto ocurre en la acera de enfrente de la estación del metro, mientras que en la que está junto al metro la gente hace fila para subirse a los carros públicos. Un grupo de gente que disfruta de un sistema organizado viendo a otro grupete de gente luchar hasta la muerte para subirse en una guagua, a tan solo unos cuantos metros frente a ellos.


Actualización 25/02/2015

Por primera vez presencié el bello acto de ser honestos y hacer fila en el Km 9 de la Kennedy, frente al metro.

Todos a hacer fila, sin que nadie se meta, como debe ser.



Y se preguntarán ustedes... ¿por qué somos así?


"Confíe, que yo manejo bien. Ya tengo tre' semana manejando motoi'."

Nos hemos acostumbrado al desorden, y eso es lo que nos jode como pueblo. Tenemos el "es que somos así" bien metido en el tuétano, y es algo de lo que hay que deshacernos. Las cosas tienen un orden, y éste hay que aplicarlo. Son las autoridades quienes tienen que encargarse de que las cosas funcionen de la manera correcta, pero aquí no hay de eso, y ese es el problema.

Los que organizan las guaguas ven el tumulto y no hacen nada, los AMET solo están para darles paso a unos cuantas personas de mucha influencia que no quieren durar mucho en la calle, la gente se sigue metiendo en la boca de los elevados a terror... en fin, un caos.

Lo triste es que nosotros somos los responsables de todo esto, y de nosotros mismos nos vivimos quejando. Suena hasta trágico, pero es la verdad: somos nuestra propia pesadilla.


¿Creen que se me haya quedado algo? Déjenmelo saber en los comentarios.