viernes, 7 de marzo de 2014

Primer y último adiós

Imagen sacada de http://lauraferrero.com/

Eran las 10:31pm cuando vio la hora en su reloj de bolsillo mientras caminaba con aquella chica en aquel puente parisino. Contempló unos segundos más el pasar de la manecilla más grande y suspiró, recordando lo que sería inevitable. Cerró su reloj, lo guardó cómodamente en el hondo bolsillo de su gabán recién comprado y apretó un poco más el brazo que tenía cruzado con su amante.

Ella lo había percibido.

—Ya es tiempo de que me vaya, ¿sabes? —preguntó ella, ahora dirigiendo su vista a los ojos de él mientras caminaban juntos. Esperó un poco por su respuesta, y al ver que no dijo nada añadió —. Lo sabes.

—¿Cuándo vuelves?

—Sabes que no regreso. Esto nunca sucedió ni debió haber sucedido.

—¿Cómo puedes decir eso si todo fue tan real?

—Porque sé que no lo fue. ¿Cómo puede algo, que no debió pasar y que no habrá pasado, ser algo real? Solo puede ser real lo que se mantiene. Esto fue solo tu suerte, o en su actual defecto, tu desgracia.

Ella tenía razón en cierto modo. El universo jugó con él, y no había formas de cambiar las reglas de juego a las cuales él estaba sometido. Quien pudo ser -y que en este momento es- el amor de su vida está con él solo por esta noche. Cuando ella se vaya él no recordará nada, ni ella tampoco, el encuentro nunca habría sucedido. Una especie de historia más dolorosa y sentimental que La Cenicienta. No había nada que comprender, ni quién cumplió este trato sin sentido o cómo se lleva a cabo; solo se sabía y eso bastaba. Él, aunque la olvidaría para siempre, no podía dejarla ir. Algo en su interior le decía que no la dejara, mientras que algo en su exterior, su mano, hablaba a gritos mientras apretaba la de ella. Ella bajó la vista apenada y triste, fue irremediable ocultarlo, fue instintivo, aunque sabía que no debía hacerlo porque ella era cómplice de este juego con el destino. Ella no era real.

Cuando él pudo reaccionar ante la pregunta que ella le hizo se dio cuenta que se habían detenido. Retomaron la marcha y cambió la dirección de la conversación.

—Yo deseé este encuentro y sucedió. No sé cómo, solo sé que pasó, y estoy bien con eso. Solo... —su rostro cambió de expresión a una más triste — quisiera que te quedaras.

—No puedo, sabes que esto no es real.

—¿Recuerdas cuando caminamos por la avenida de los Campos Elíseos?

—Pues claro, tonto —le dijo dándole una mirada un poco extrañada —. Fue hace unas horas.

—¿Y fue real lo que sentiste entre nosotros?

— . . .

—¿Fueron reales las risas, los roces, las miradas, las lindas palabras, los insultos en broma, la timidez---?

—¿Cuál es tu punto? —preguntó ella buscando detenerlo de seguir enumerando cosas. Logró pararlo, pero lo que no consiguió fue mantener oculta la respuesta a su pregunta. El  se le notaba en la cara.

—Dime, ¿fue real aquella conversación agradable que tuvimos en el café Georges V? ¿Fue cierta aquella expresión de agrado al probar el carísimo vino que te compré? —ella no pudo evitar sonreír ante la broma, ya que él había pedido el vino más barato porque eran muy caros para lo que él podía pagar.

—Sí, fue real —le dolió admitir.

—¿Es real... —preguntó mientras la llevaba al borde del puente a contemplar las luces de la ciudad— esta sensación tuya apretando mi mano también? —Ahora no podía quitarle los ojos de encima a ella. Sentía cerca el final.

—¿Por qué haces esto? —preguntó dolida, sin levantar la vista del agua.

—Deberías saberlo si eres mi chica ideal. Me apego a lo que quiero y deseo, aunque sea imposible; y tú eres mi imposible.

—¿Por qué debe doler tanto algo que olvidaremos?

—Porque aunque crees que olvidarás, no quieres hacerlo —dijo él mientras dirigía su vista al horizonte.

—¿Y tú crees que no olvidarás? —preguntó un poco asombrada.

—No olvidaré, y te buscaré donde sea.

Ella frunció un poco el ceño. Siendo irreal sabía lo que sucedería: ella dejaría de existir y él no recordaría nada de lo que pasó junto a ella esa noche, porque "no existe y nunca existió."

—No sabes lo que dices. ¡No puedes hacer nada contra esto! —le exclamó con dolor en su voz. Y antes de que pudiese decir algo más, él la tomó por la cintura y la besó suavemente. Ella, en completa complicidad, le correspondió, y hasta sostuvo un poco más el beso en un momento en el que él se iba a separar. Al terminar, mientras sus rostros todavía estaban cerca, ella dejó correr una lágrima sobre su mejilla. No la secó, era lo que menos importaba en ese momento.

—No te preguntaré por esa lágrima, sé que fue real.

—No puedes luchar contra algo que no entiendes. Esto sobrepasa tus capacidades humanas. No puedes contra el destino —dijo, sabiendo de lo que hablaba.

—Observa mientras lo intento —dijo él, muy seguro de sí mismo. Era un tarado, pero tenía una seguridad y un aire de esperanza que contagiaba a cualquiera. No por nada ella se había enamorado de él en tan poco tiempo.

Ella empezó a desvanecerse lentamente, y la luna llena les era testigo. Ella volvió a dejar salir otra lágrima.

—Me encantas con tu gabán —le dijo ella a modo de despedida.

—Gracias —le respondió él—, la usaré en nuestra próxima cita.

—Eres un estúpido —le dijo, nuevamente sin poder retener la sonrisa y las lágrimas que ahora brotaban sin resistencia.

Tardaron unos segundos sin decir nada. Por fin uno de los dos pudo romper el silencio.

—Te amo.

—Te amo.

Y se fue.