lunes, 1 de agosto de 2016

"Masaje"

Sabiendo que era su primera vez en un burdel trató de mantener la compostura. No tenía intención alguna de llevarse a la cama alguna mujer, sino de conocer qué se sentía estar en ese ambiente tan oculto y envuelto de lujuria, saber qué aire se respiraba en ese rincón silente y disfrazado donde los secretos no salen pero sí el verdadero rostro de muchas personas.

El joven mantuvo su postura erguida desde que pasó por la puerta de entrada intentando lucir lo más adulto y masculino posible, disimulando cualquier tipo de asombro o sorpresa por lo que sea que le llamase la atención. Pasó directamente a la barra tratando de no pasar la vista sobre los ojos de los presentes y pidió una cerveza. No le gustaban tanto pero con algo había que entretenerse. Se sentó en un extremo de los grandes sofás de la sala, el cual estaba vacío, y se dedicó a observar lo que sucedía alrededor. Habían varias mujeres en atuendos llamativos, algunos un poco sutiles y otros no tanto, regadas en la sala, atendiendo sus asuntos: sea conversando con algunos hombres presentes, chateando en sus celulares, o simplemente observando también.

Mientras daba su tercer trago de cerveza y suspiraba para relajarse la chica que lo atendió en el bar se sentó a su lado. El joven la miró de reojo mientras ésta se acomodaba: llevaba lentes finos de pasta los cuales iban bien bajo su pelo castaño y corto; era joven, su piel era bastante clara, casi blanca; sus uñas estaban largas y su vestido naranja, que terminaba por encima de sus rodillas, mostraban las bondades de unas decentes piernas. No era una chica que sobresalía mucho, pero tenía muy buena presencia. Cuando terminó de bajar la vista hasta sus tacones negros volvió a levantarla para continuar bebiendo su cerveza, pero accidentalmente pasó por sus ojos café que le estaban mirando fijamente. Se dio cuenta que ella sabía que él la estaba observando. Desvió la vista rápidamente hacia algún rincón de la casa, pero ya era demasiado tarde:

—¿Te gustó lo que viste? —preguntó ella con un acento algo burlón.

—Puede ser —dijo él, dejando el juego de esquivar miradas y parando a mirarla de frente.

—¿Quieres que te traiga una servilleta? Creo que te puse a babear de más.

—Wao, alguien tiene la autoestima muy alta por aquí...

—Bueno, conozco los dones que tengo y los sé usar. ¿Lo dudas? —dijo ella, mientras el joven percibía exactamente cuáles eran sus intenciones.

—De lo que no dudo es de la habilidad que tienes de traerme otra cerveza —dijo, portando una sonrisa victoriosa.

—Pero si ni siquiera te has acabado esa cerveza, la llevas por la mitad —dijo ella, y ambos miraron la cerveza.

—Creí que en este lugar la especialidad es complacer al cliente —respondió perspicazmente, buscando ocultar la vergüenza.

Ella sonrió entretenida, le había tocado un nervio esa última línea dicha por el joven. Se paró de su asiento y caminó lentamente dejando ver el rítmico vaivén de sus caderas. No quería beberse de golpe toda la cerveza que le restaba en la botella, pero tampoco quería que por tomársela con calma se le calentase la que le iban a traer, por lo que pensó en algo que podría salvar su ego, pero no su cartera. Al cabo de un minuto la chica llegó con su cerveza en mano, se sentó junto a él en el sofá y cruzó sus piernas.

—Aquí está su cerveza, joven —dijo ella mientras empezó a jugar con su pelo con su otra mano libre.

—La pedí para ti, no quería que te diera sed.

—Muy atento de tu parte, pero la sed que tengo no se quita con cerveza —dijo, sin quitarle los ojos de encima, antes de tomar su primer sorbo.

—Muy tentador de tu parte, pero solo ando buscando relajarme y tomar un trago esta noche.

—¿Y cómo pretendes relajarte aquí exactamente? —preguntó con genuina curiosidad, y se le acercó mucho más.

—Pues no sé, algo me dijo que venir para acá a pasar el rato sería buena idea para despejar la mente.

—Pues estás en el lugar correcto, chico —el joven empezó a captar el dulce perfume de durazno que ella llevaba puesto—. Aquí somos expertas en relajación... —le dijo al dejar de jugar con su cabello y empezar a pasar su mano por el pecho del joven.

—Ya te dije que no busco aventuras hoy —interrumpió el joven.

—Lo sé, lo sé. No seas precoz, que eso no es bueno en un hombre —dijo pícaramente, a la vez que su interlocutor sonreía—. Lo que quiero decir es que puedo ofrecer mis servicios para darte un masaje de relajación. Mis manos son más útiles y sirven para muchas más cosas de lo que muchos hombres piensan.

El joven empezó a sentirse más a gusto, esta chica -que ya había demostrado tener la figura- empezaba a mostrar inteligencia y fluidez de palabras. Esto cautivó su atención.

—¿Solamente utilizas tus manos?

—Claro que no. Muy bien lo dijiste antes... "la especialidad de este lugar es el complacer al cliente". Cuando voy a hacer un trabajo, lo hago bien. Allá arriba tengo unos velones aromáticos de relajación y unos aceites medicinales importados. Te puedo prometer que será el mejor masaje que recibirás en años.

—¿Y eso me costará....?

—Bueno... mi tarifa "usual" es algo cara, pero dado que esto no requiere de tanta entrega de mi parte es un precio bien asequible para ti. Ahora bien, si algo empieza a suceder allá arriba que ya no sea un masaje tendrás que pagar el paquete completo, corazón —completó antes de tomar otro sorbo de una manera un poco sensual.

—Pues... felicidades, me convenciste. Creo que un masaje así me vendría bien.

—Bien dicho. ¿Qué tal si subimos entonces?

La chica dejó su botella a medio beber encima de la mesa que tenían frente a ellos y tomó -con su mano libre- la mano del joven para guiarlo hacia la habitación correspondiente. Éste notó la calidez y la suavidad de la misma y empezó a hacerse ilusión sobre lo bien que sería un masaje con esas manos. Su corazón empezó a acelerar su ritmo debido a que se puso nervioso, y el hecho de que la joven fuese tan atractiva no lo ayudaba. Al subir las escaleras y pararse frente a la puerta del cuarto, la joven notó los nervios de su cliente y sonrió entretenida.

—Al parecer ya no estás tan macho como hace unos minutos —el joven no tuvo respuesta para eso, por lo que ella continuó—. No puedo darte un buen masaje si no te relajas un poco primero —dijo de manera coqueta mientras lo rodeaba en brazos.

—¿Y crees que acercándote más me vas a calmar? —dijo con la presión cardiaca a mil.

—Créeme, de cómo tratar a un hombre... eso sí sé.

De repente todo se puso negro para el joven. Instintivamente había cerrado los ojos y lo único que sentía ahora eran los suaves labios que lo besaban. No sabía si esto estaba correcto ya que solo pidió el masaje. Por un instante se preguntó si esto lo cobraría, pero volvió a perder sus pensamientos al sentir la cintura de la joven. Sus manos le hicieron una mala jugada, se movieron por sí solas, recorrieron terreno prohibido sin haberlo consultado primero. Su respiración aumentaba, su presión también, el aroma a durazno era más intenso y embriagante... ahora respondía sus besos tan ágilmente como respondía a sus palabras hace un rato en la sala. Estaba perdiendo el control.

De repente la sintió gemir un poco mientras ella se aferraba a su cuello. Esa fue la gota que derramó el vaso.

—Definitivamente no voy a salvar mi cartera esta noche —pensó antes de entrar en la habitación.