sábado, 25 de julio de 2020

Paleontología del amor

Esta noche no quiero ser más de lo que ya soy.
No quiero pretender ser puritano
ni hacer acciones que entiendo son correctas
o que son la mejor decisión por hacer.
Quiero hacer cosas mundanas, de despecho,
de esas que hace la gente normal para sanar,
o quizás solo para sentirse mejor en el momento.
La gente normal,
de esas que nadie recuerda,
que pasan desapercibidas por los historiadores,
que no hacen grandes cosas,
cuyos nombres solo duran lo que duran sus epitafios.
Ser gente normal,
de esas cuyos cuerpos perecen y pasan a formar
parte de la tierra que los recibe.

Esta noche quiero ser gente normal.
Así no prentenderé ser consciente ni empático
y te enviaré al olvido que mereces
y que has luchado muy duro por ganarte.
Seré gente normal y te desterraré,
diré cosas malas de ti aunque no deba
y tomaré, pensando que el alcohol sí ayuda
a borrar cicatrices de la historia.

Seré una persona común,
un cualquiera,
y te sacaré de mi vida.
Te sacaré de tal manera
que cuando los paleontólogos del alma
busquen en mis tierras
no puedan ni encontrar tus huesos
porque ya no formas parte de mí.

jueves, 23 de abril de 2020

El viejo y el mar

A pesar de la pobreza,
las goteras y el agujero en su camisa,
ignoró todas sus penas
y una vez más se aventuró a la mar.

El viejo lanzó su anzuelo
y se sentó a un costado de su barca
ya que sus huesos gritaban 
por el cansancio y la edad.

Una vez descansada la caña en el apoyo,
mecido por la marea
y con su sombrero tapando el sol,
cerró sus ojos y por unos momentos descansó.
Y esperó.

Tras 56 años de repetir la rutina
el viejo no se acongoja de sus infortunios.
No añora tener más estofado en su hogar,
tampoco más pesos para una casa más grande.
Ya no busca la caricia de una mujer
porque el océano siempre le da los buenos días.

Lo único que desea el viejo es
que el pez que pueda sacar hoy
sea más grande que el de la última vez.

sábado, 21 de marzo de 2020

El muerto

De nada sirve despedirse del muerto.

Cada muerte es una especie de ultimatum.
No con quien ya se fue,
sino con quienes todavía faltan por marcharse.
No podemos sonreir con el muerto nuevamente
porque este no sonreirá de vuelta,
no podemos llorar con el occiso
porque este no derramará una sola lágrima junto a nosotros,
no podemos pedir disculpas al fallecido
porque ni aunque quiera podrá perdonarnos,
ni me hagan hablarles sobre cobrarle a quien pasó a la otra vida
porque créanme....
ya he intentado saldar deudas con quien no tiene vida
y no funciona.

De nada sirve despedirse del muerto.
¿Para qué decir adiós a quien ya no está?
¿A dónde va nuestra despedida?
¿Al aire?
El viento no es mensajero de nadie,
y el alma es hasta más libre que el mismo.
Lo sé también, porque hay brisas frescas que regresan
una vez pasan bajo mi oreja,
pero quien se va de la mano con la muerte
nunca vuelve.

Cuando alguien muere
aprendemos la lección más grande
que la vida nos puede ofrecer:
nada dura para siempre.
Los momentos son como la asqueante industria del arte y la pintura.
Solo damos verdadero valor a lo que queda.
Aquella pintura que antes no valía nada
hoy vale dos millones de dólares.
Aquel pintor que vivió toda su vida en hambre y miseria
muere sin conocer el reconocimiento que todos pudieron darle.
Aquella persona que creó contigo ese arte,
esos maravillosos momentos los cuales las estrellas del cielo
cambiarían toda su majestuosidad por vivirlos,
se tornan inolvidables y valuables en su ausencia.
Y no hay quien pueda hacérselo saber una vez se marcha.

De nada sirve despedirse del muerto.
No volverá a la vida.
No se despedirá de vuelta.
Evitemos caer en la desgracia y la deshonra
de querer esforzarnos en hacer algo por eso
cuando ya no se puede, a destiempo.
Tengamos vergüenza.
Tengamos dignidad.
Levanta tu frente.
Tú que puedes.
Tú que no estás muerto todavía.
Que de nada sirve despedirse del muerto,
pero sí de saludar y abrazar al vivo que nos acompaña.

martes, 17 de marzo de 2020

Verduga

Yo también estuve ahí.
En esa misma posición.
Cáncer que repudio con ira,
ser mágico con el increíble poder
de la ilusión, del soñar,
del engaño.

Yo también lo he hecho.
Omnipotente,
que dada la oportunidad
sentencia a la más inocente víctima
a morir asfixiada en el pozo
de la fantasía y la desesperanza.
Condenada a ver morir lentamente,
en el mejor de los casos,
a aquello que hizo nacer con sus propias manos,
con sus propias lágrimas
y sus propios labios.

Yo también fui el verdugo.
Yo también tomé mi hacha
y despedacé aquellos anhelos
que me fueron entregados con lazos rojos,
los cuales utilicé
para ahorcar sin misericordia
a quien solo pidió algo de vuelta.

Yo también he matado.
He dejado sin vida alguna
todo aquel recuerdo que me haya grabado
con música de fondo,
con risas y bailes,
con tacto suave y sabor a mar,
con filosofía y olor a lavanda.
He dejado en blanco y negro
aquellos momentos a color
que aspiraban nunca acabar en sepia.
He logrado ser para muchas maestro de la imposible alquimia
de transformar en olvido
lo que siempre buscó ser recuerdo.

Pero la vida es ciclo,
y ahora ya no estoy ahí.
Me ha tocado el turno de ceder
mi puesto de verdugo.
Me toca pagar por mis crímenes,
hacer justicia por mis manos
todavía ensangrentadas por cometer el pecado
de la ignorancia y la desconsideración.
Hoy, con mi vista puesta en el cielo,
sin oportunidad de oponer resistencia,
no me queda más que aceptar que perderé mi vida
a manos de una verdadera ejecutora.
Una que conoce mis faltas,
que no necesita escuchar el clamor de mis víctimas
para levantar con fuerza su espada
y poner fin a mi carrera delictiva
con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

Porque ambos sabemos que merezco sufrir.

lunes, 16 de marzo de 2020

Divisa

Nueva vez mi espalda contra la sábana de mi cama.
Nueva vez la agonía del desconcierto,
de una neblina tan densa que puedo ahogarme en ella
como si fuese agua líquida, haciendo burbujas de llanto,
que suben a la superficie para ser escuchadas por nadie.

Contemplo frente a mí un reflejo que quisiera desconocer,
pero que conozco a la perfección.
Aquel monstruo que nació de las más malas costumbres,
manías, incoherencias y desperfectos de mis antecesores.
Aquella brújula dañada que pretende guiar a otros
pero no encuentra para sí un destino, un camino,
una dirección... ni siquiera una razón para moverse.

Bromeo reconociéndome públicamente,
entre bromas que esconden una verdad que te abraza sin tú querer
como aquella piedra en el camino que todos necesitan.
Ese mineral que sirve para dar lecciones de vida,
que comete errores para volverse sabio
con el propósito de volverse una fuente de sabiduría para todo aquel
que tenga la "dicha" de tropezar con él;
promoviendo ser aquel dulce estorbo que endulza
hasta el más amargo camino.
"La miel más dulce del mundo",
podrán decir algunos,
ignorantes de la tan profunda amargura que provoca
su néctar a sí misma.

Me entiendo producto bruto del universo,
inerte en el espacio, flotando entre las grandes masas celestes,
adornando el paisaje para destacar a todos aquellos astros
que están hechos para brillar, para dar luz,
para dar sentido al bello caos que llamamos vida.
No puedes tener luz sin sombras.
No puedes tener protagonistas sin extras.
No puedes tener excelencia sin mediocridad.
No puedes resaltar sin contrastes.

Las monedas del mundo
obtienen su valor comparándose con otras.
Si el valor de las personas se obtiene de la misma forma
más vale olvidarme de mi divisa.