martes, 23 de julio de 2013

Tiempo limitado



Fiestas de fin de periodo universitario, las esperanzas de Alejandro. No era un joven muy fiestero, pero le gustaba estar entre amigos y divertirse. La razón por la que no le gustaban las fiestas con motivo de fin de periodo eran bastante comprensibles: la música era muy alta como para hablar, demasiado alcohol moviéndose, a veces el olor a cigarrillo era demasiado intenso, caminar entre tanta gente saltando y bailando era una odisea, en el establecimiento la iluminación era mínima... Lo bueno era que, de una forma u otra, lograba pasar un buen rato con sus compañeros. Se las apañaba el muchacho.

¿Acaso había dicho al inicio que esas fiestas eran las esperanzas de Alejandro? Pues sí, lo eran. ¿Saben por qué? Porque Alejandro está soltero. No es que esté desesperado por tener novia, pero sabe que si puede aparecer la oportunidad de encontrar a una chica que le guste no hay razón para perderla. Sabe que en esas fiestas es mucho más probable encontrar chicas que sentado en su casa haciendo nada en el internet, y se arrima al tumulto nocturno. Las posibilidades siempre están ahí, ¿no?

Mientras se escurría entre la gran masa, activa y algo sudorosa que estaba fajá' bailando y brincando, Alejandro llegó a la barra donde se expedían las bebidas. Sus amigos todavía no habían llegado del restaurante de comida rápida que estaba cerca del local en el cual estaban cenando. Estaban claros que no podían consumir alcohol sin antes tener algo en el estómago, por lo menos. Al sentarse pidió al que atendía la barra que le sirviera una piña colada. Éste último se sorprendió, ya que durante toda la noche se la había pasado sirviendo tragos fuertes, y era la primera vez en la noche que alguien le pedía algo ligero. Cuando Alejandro tomaba piña colada se relajaba porque se imaginaba o sentía que estaba en un resort, ya que era lo que siempre pedía en esos lugares.

Cuando estaba a mitad de su trago, la vio. Abrió los ojos de repente y dejó caer el sorbete que estaba succionando hace un momento en la copa. Era una chica con un semblante hermoso y un cuerpo esbelto, con pelo largo, castaño oscuro, nariz fina, unos ojos acaramelados y unas pestañas que los complementaban de una forma que llamaban a clavar la vista en ellos por horas. Esta muñeca se sentó a su lado para beberse un trago al igual que él... ella tragó Cuba Libre, pero él solo tragó saliva.

—Vaya que es linda esta chica— se dijo para sus adentros —, pero dudo que yo sea su tipo. Solo hay que mirarla para darse cuenta: mira qué lindo pelo, qué lindos ojos, qué linda sonrisa, qué cuerpo tan elegante... y yo aquí, con camisita y jeans, todo común y corriente... y cuidao'. Y mira cómo se sienta, la forma en que cruza las piernas, uff... ¿Soy yo o hace calor en mi mente?

La chica iba vestida de forma decente: llevaba una blusa negra que dejaba ver un poco los hombros, un pantalón blanco no muy ajustado pero que permitía dejar ver que ella tiene unas piernas de categoría, y llevaba unos tacones no muy altos, pero que le daban cierto aire de elegancia y la hacía ver más llamativa a la vista. No se hacía vender por los ojos a los hombres, como muchas chicas hacen en esas fiestas, pero por su belleza era casi seguro que se la llevaba el mejor postor de la subasta.

—Necesito otra piña colada —pensó Alejandro—. No, no es otra piña colada lo que necesitas en este momento. Lo que necesitas es coraje para hablarle, mucha valentía y confianza en ti mismo. Aunque, pensándolo bien, esa piña colada me dejó con las ganas de otra y tengo la boca hecha agua. Siempre es bueno tener un trago en la mano para este tipo de cosas, ¿no?

Alejandro se volteó para pedir otra piña colada. Al sentir que estaba mucho más fría que el último sorbo que le dio a la primera copa se tranquilizó un poco más y volvió a dirigir su mirada hacia la chica. Volvió a hablar consigo mismo:

—Bien, antes de lanzarnos hacia nuestra presa hay que estudiarla. Está sola, se ha concentrado solo en su bebida y casi no ha mirado a la pista de baile. Eso es bueno, por lo que puedo asumir que no es muy entregada al baile, y me conviene, ya que soy 'pies izquierdos'. Se ve que es una joven inteligente, y por como escuché que habla y se expresa cuando pedía su trago al "bartender" puedo asumir también que es una muchacha decente. No es muy alta, por lo que mis chistes de chicas bajitas están a la orden del día. Punto a favor.

Tengo la incertidumbre de si es una muchacha que lee o no, ya que a simple vista no es tan fácil de identificar. Conozco mujeres que no paran de fiesta en fiesta, hacen y deshacen, pero son muy leídas; y también conozco muchachas decentes y tranquilas que no leen ni el librito Nacho si se lo ponen en frente. Ironías de la vida.

Asumiré que es una muchacha que lee, solo porque confío en que no puede ser que una chica que se ve casi tan perfecta como ella no aprecie la lectura. No me gustaría que fuese así, y no la quiero imaginar de esa forma. ¿Qué más puedo usar a mi favor? Bueno, pidió un Cuba Libre, una bebida relativamente ligera. Aunque leí por ahí que las bebidas mezcladas potenciaban el efecto del alcohol. Hey... ¡ese puede ser un tema de conversación! Genial, vamos progresando.

Está bien, digamos que los temas pueden salir por sí solos... ¿cómo podría yo iniciar la conversación? A ver, no me acercaría hasta ella y decirle "Hola, bebé", porque fuera estúpido y cliché. Tampoco me acercaría para decir "queloqué, menoL", porque no sería apropiado para el nivel que ella muestra tener. Aunque podría llegar con un jocoso "quelokentucky" para romper el hielo y hacerla reír. Si algo me ha mostrado la experiencia es que hacer reír a una chica es importante si quieres empezarle a gustar. Podría entrar con un chiste desafinado también, algo como... "Cuidado si se te cae algo de esa bebida en tu pantalón blanco. Dudo que incluso un Cuba Libre te libre de tu mamá". Soy todo un comediante.

Tenía todo un plan más o menos elaborado. Era justo, ya que durante los últimos 13 minutos desde que la vio se la había pasado maquinando dicho plan. Lo que haría es: entrar con un chiste para romper el hielo, hablarle de un tema o dos de interés, conocerse un poco e intercambiar teléfonos. No quería alcanzar un gran logro esa misma noche, pero quería por lo menos romper con la timidez de hablarle a las mujeres, el cual siempre lo había atacado. Alejandro era todo un caso.

Cuando se armó de valor y coraje para levantarse y acercarse a ella, en ese instante llega un compañero de universidad que le llevaba un año de carrera y le dijo a la chica: "Vamos, que ya es hora de irnos." Ella se levantó, pero respondió: "no he encontrado a nadie interesante con quien hablar todavía.". Él le respondió: "en la próxima fiesta aparecerá, vamos." Dicho esto, se fueron, dejando solo y de pie a Alejandro.

Alejandro, con el sabor amargo que traía la derrota y la pérdida de la estima, busca aliviar su pena de la forma que conoce:

—¡Señor, otra piña colada, por favor!

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