martes, 18 de junio de 2013

Regla de Oro

"(...) Amarás a tu prójimo como a ti mismo." (Mateo 22:39)

Es la regla de oro del cristiano. Supongo que no hay que ser creyente para comprender el mensaje que en esta cita se encierra. Me gusta pensar en ella y meditarla, ya que no nos hace pensar solamente en cómo tratamos al prójimo, sino también en cómo nos queremos a nosotros mismos. ¿Conocen el dicho que dice "no se puede dar de lo que no se tiene"? Pues puede aplicar para este caso. ¿Cómo podemos amar al otro si no nos amamos a nosotros mismos? O para ser más específico, ¿cómo hacerlo bien?

Me gusta tratar bien al prójimo, hacerlo reír, serle de agrado, entenderlo, compartir con él. No voy a negar que de vez en cuando puedo resultar algo pesado. Soy humano, y si para algo soy perfecto es para cometer errores. Pero he aprendido que con amor, empatía y comunicación las cosas funcionan mejor y los problemas se resuelven más fácil. Quiero amarme y amar a los demás, conocer ese amor que desborda de uno mismo y solo tiene para dar. Quiero conocer ese amor que no se cansa de entregar, ese amor que sana heridas, da aliento, sustento y esperanza.

Amar no es una tarea fácil, y a mí no me gustan ni las cosas difíciles ni las tareas. Pero si algo he aprendido es que las cosas que valen la pena nunca son fáciles de hacer, y amar es una de ellas. Al amar construimos, damos ejemplo, damos bendición, damos luz y esperanza... Damos. El mundo está con los problemas que tiene porque falta amor, y el amor es la solución.

En esta noche oscura en la que nuestra sociedad está sumergida, yo quiero ser la pequeña luciérnaga que con su luz moleste a las tinieblas hasta que se asome el amanecer.

Es cuanto. Dios bendiga.

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